¿Alguna vez has querido tanto a alguien que darías un brazo por ese alguien? Es curioso, por que cuando piensas que todo va bien y que no hace falta preocuparse es cuando más te preocupas. Te preocupas por que te paras a pensar y te obsesionas con que cualquier cosa puede fastidiarlo todo, te sientes inseguro. Y más cuando ésa persona a la que tanto quieres te dice que necesita un poco de distancia, que no podéis seguir ése ritmo que tanto te gustaba y al cual, por desgracia, te habías acostumbrado. Lo que al principio parece que no ha cambiado te das cuenta de que sí. Ya sabías que iba a cambiar pero no lo asimilas, te sientes... no sé, como si fueras el único que tirase de una cuerda pensada para dos. ¿Qué es peor que todo esto? Que no vas a menos, vas a más y a cada segundo que pasa quieres más a ese alguien, lo necesitas, síndrome de abstinencia lo llaman algunos. Y podríamos llamarlo así, por que su tacto se ha conversido en tu droga, su voz en tu alimento y su sonrisa en el aire que respiras. Sientes que mueres poco a poco, sientes que te ahogas, que te va a dar algo si no vuelves a lo que creías que era el "camino" que debíais seguir. En el fondo sabes que es mejor así, que en realidad no puedes seguir ese ritmo frenético que llevábais. Todo lo que hay a vuestro alrededor apunta a que va a ser mejor un "pequeño" cambio, por que aunque a veces creas que sí, no todo se reduce a vosotros. Aunque alguna vez sí lo haya hecho.
A pesar de todo, te sigues alimentando y sigues respirando. Cada contacto con esa persona te da vida, alas, fe, te sacia y te deja con la dichosa sonrisa de gilipollas que alguna vez todos hemos puesto. ¿Y todo esto porqué? Por que en realidad si,la quieres como para dar un brazo por ella. Estas dispuesto a cualquier cosa para que te sonría. Y quieres serlo todo para ella, quieres ser el sol que la ilumine, la seda que la proteja del frío, agua para borrar sus lágrimas, tierra para enterrar todo lo que no le haga sonreir...
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